En entornos industriales con riesgo de explosión, como las plantas químicas, instalaciones Oil&Gas o centros de almacenamiento de graneles, elegir una luminaria ATEX no es solo una cuestión de cumplimiento normativo. Es una decisión técnica que afecta directamente a la seguridad, la continuidad operativa y el mantenimiento a largo plazo.
Sin embargo, todavía es habitual tratar el marcado ATEX como un checklist: si la luminaria tiene certificado, entonces sirve. Pero dentro de este marcado existen distintas tecnologías de protección, con comportamientos muy diferentes ante fallos, envejecimiento de componentes o condiciones extremas. Todas son legales. Pero no todas protegen igual.
¿Qué diferencia a una luminaria antideflagrante del resto?
El marcado ATEX puede obtenerse mediante diversas soluciones técnicas:
• Ex db (antideflagrante)
• Ex eb / ec (seguridad aumentada)
• Ex nC / nR (protección por sellado o por respiración restringida)
• Ex m (encapsulado)
• Ex op is (radiación óptica, como láseres o fibra óptica)
Todas permiten operar en zonas clasificadas, pero no todas responden igual cuando el entorno deja de ser ideal.
Una luminaria antideflagrante —con protección Ex db— está diseñada para contener una explosión interna sin que ésta se propague al exterior. Su envolvente actúa como barrera física que resiste la presión generada en caso de ignición, evitando que el entorno explosivo se inflame.
En cambio, las tecnologías como Ex eb / ec se centran en evitar que se genere una chispa o fuente de ignición. Funcionan correctamente si todo está en buen estado, pero su nivel de protección depende de que no ocurra ningún fallo interno: ni humedad, ni envejecimiento de componentes, ni conexiones sueltas.
Esta diferencia de concepto es clave:
• Protección basada en tolerancia al fallo (Ex db)
• Protección basada en ausencia de fallo (Ex eb / ec)
• Protección basada en la no penetración de la atmósfera explosiva (nC o nR)
Decidir con criterio: análisis técnico por encima del cumplimiento mínimo
Para un responsable de mantenimiento o ingeniería, el objetivo no es solo instalar un producto certificado, sino asegurar que la solución elegida resiste condiciones reales de planta: vibraciones, ciclos térmicos, humedad, atmósferas corrosivas o accesos difíciles.
En ese contexto, optar por una luminaria antideflagrante suele aportar ventajas técnicas claras:
- Mayor robustez estructural.
- Mejor comportamiento ante el envejecimiento de materiales.
- Reducción del riesgo en caso de fallo interno no detectado.
- Menor dependencia de la intervención humana para mantener la protección.
Además, estas luminarias están pensadas para entornos con presencia frecuente de atmósferas explosivas (Zona 1), donde el nivel de exigencia técnica debe ser máximo.
Por otro lado, soluciones como Ex eb / ec o Ex nC / nR pueden ser perfectamente válidas en instalaciones donde el riesgo es bajo y controlado, y donde las condiciones ambientales son estables. Pero cuando hay incertidumbre, exposición constante o dificultad de acceso, el margen de seguridad que ofrece una luminaria antideflagrante puede marcar la diferencia.
Seguridad pasiva, continuidad operativa y visión a largo plazo
En instalaciones críticas, donde una parada no planificada supone un coste elevado o donde los protocolos de acceso restringen las intervenciones frecuentes, la seguridad pasiva que ofrece una luminaria antideflagrante cobra especial valor.
Una luminaria que actúa como contención ante un fallo eléctrico interno evita que ese incidente se convierta en una emergencia. Y lo hace sin necesidad de intervención externa, sin depender de sensores, alarmas o rutinas de mantenimiento estrictas.
Este tipo de elección también influye en el coste total de propiedad. Aunque la inversión inicial sea mayor, el comportamiento a largo plazo, la reducción de intervenciones y la menor degradación de materiales compensan la diferencia en muchas aplicaciones industriales.
En otras palabras: no se trata solo de cumplir, sino de decidir pensando en el ciclo de vida del proyecto. El requisito mínimo de seguridad que marcan la normativa ATEX es exactamente eso: un requisito mínimo que debe seleccionarse adecuadamente para cada caso.
La normativa ATEX establece diferentes formas válidas de protección. Pero eso no significa que todas sean intercambiables.
Elegir una luminaria para una zona clasificada no debería basarse en el “cumple o no cumple”, sino en qué tipo de protección aporta mayor tolerancia al fallo, mayor resistencia en condiciones reales y menor dependencia de la intervención humana.
Y en ese análisis, las luminarias antideflagrantes aportan un nivel de seguridad estructural que otras tecnologías no igualan. No porque las demás sean incorrectas, sino porque su margen técnico es menor.
Cuando las condiciones son exigentes, cuando la accesibilidad es limitada, o cuando lo que está en juego es la seguridad de las personas y la estabilidad de la operación, la diferencia entre «suficiente» y «adecuado» se hace evidente.
IVÁN CID – Líder de Ingeniería e Innovación